8 may 2007

La maternidad del camino de vuelta.

Tomo prestada esta hermosa expresión de Jorge Bucal, que en su libro "El camino de la autodependencia" explica la diferencia entre la generosidad del camino de ida y la generosidad del camino de vuelta.

Algunas veces lo que entregamos a los demás lo hacemos pensando en que nosotros podríamos ser ellos, podríamos necesitar y nos gustaría que nos dieran.

Otras veces somos generosos porque nos inculcaron de pequeños que había que compartir.

Algunas otras para que los demás piensen que somos espléndidos o para evitar que nos tachen de mezquinos o cicateros.

Todas estas y otras acciones benéficas constituyen la generosidad del camino de ida. 

Pero hay otra generosidad, que es la del camino de vuelta. Y se manifiesta cuando lo que yo entrego, lo hago por mí, porque deseo hacerlo, porque eso me satisface. Bucay lo resume en una excelente frase: "Me complace tanto compartir contigo, y soy tan egoísta, que no quiero privarme de hacerlo"

Igual que explica Bucay con la generosidad, hay otras muchas cosas de la vida que tienen dos caminos, el de ida (que transitamos muchos o casi todos) y el de vuelta (que solo transitan unos pocos afortunados).

La maternidad (o al menos la maternidad comprometida) tiene también estos dos caminos.

El camino de ida, se inicia cuando una piensa que debe darle lactancia materna a su hijo porque es lo mejor para él; se recorre cuando se duerme con el bebé porque se despierta mil veces y has leído que no es bueno dejarle llorar; se circula cuando mamá trata de no gritar ni pegar ni castigar porque se ha informado de que estas cosas causan traumas y disminuyen la autoestima.

Yo atravesé ese camino. ¡Ay qué duro era!

A veces pensaba en lo mucho que deseaba que mi hijo supiera dormir solito, porque para mí era un suplicio tenerlo toda la noche enganchado a la teta, porque no descansaba nada sin poder moverme. Me podían las ganas de dormir del tirón.

También muchas veces soñé con el día que se destetara, esperaba que fuera pronto, sobre todo superado el año. Yo no podía negarle mi pecho porque no quería hacerlo llorar ni sufrir (y también porque eso "no estaba bien") pero me cansaba estar todo el día y toda la noche dependiendo de él.

Ni recuerdo la cantidad de veces que me largué de la habitación para no pegarle un berrido o una zurra, sí recuerdo muchas veces que de la impotencia le aticé a un cojín. También recuerdo muy bien aquellas veces en que perdí el autocontrol y le hablé mal y le mostré mi disgusto con él, y sintió desamor, se lo vi en la mirada...

Pero ahora algo ha cambiado, porque recientemente he empezado a caminar por el camino de vuelta.

Y este, sin embargo, es de bajada, no tiene pedruscos, lo ilumina el sol.

Ahora ya no deseo que se destete, ni hago nada por ello. No sé cuándo será ese día, que sé que llegará y, aunque no voy a impedirlo, ahora soy consciente que lloraré por lo perdido.

Ahora duermo con mi hijo porque me hace feliz, porque así lo quiero, porque no podría ni sabría hacerlo de otra manera, me resultaría raro, absurdo, antinatural.

Ahora no le grito, ni le castigo,... pero ahora lo hago porque no podría comportarme así, porque hacerle cualquier daño a él sería como hacérmelo a mí, porque me siento fatal cuando no consigo resolver una situación sin acudir al autoritarismo, porque le respeto tanto, que sería incapaz de tratarle como un inferior a mí.

Porque mi pequeño no es sino mi maestro, el que me ha enseñado tantas y tantas cosas, me ha enseñado a conocerme, a vivir, a ser feliz,...

Este es el camino de vuelta de la maternidad: Me complace tanto que seas feliz, y soy tan egoísta, que no voy a privarme de ello.

4 comentarios:

Natalia dijo...

Es cierto Eva, esta evolución también se produjo en mi caso. El pasar de hacer las cosas porque son buenas o mejores que otras a hacerlas porque te producen satisfacción es un paso apenas perceptible, pero que ahora se hace muy evidente al mirar hacia atrás.
Mi tiempo con mi hija es puro placer para mi y lo consumo siendo consciente de ese egoísmo, que no trato de ocultar.
Fantástica reflexión.
Besos
NATALIA

Anónimo dijo...

Sobre el camino de vuelta: yo creo que cuando uno se permite olvidar que el niño es un manipulador, que hay que meterlo en vereda, que patatçin-patatán...empieza ese camino de vuelta. Me explico mejor: muchos padres dicen tener que controlarse para pegar a sus hijos y comentan muy orgullosos sus modernos castigos(que en realidad son los castigos de siempre con nombre moderno: ejemplo es el Tiempo fuera o el rincón de pensar), esa gente no ha comenzado el camino de vuelta, en realidad, no ha comenzado ningún camino, diría yo. Cuando les hablas a muchos padres que el instinto del padre o de la madre es el de proteger y no el de ser castigador, ellos dicen que bueno, que depende, que muchas veces le darían una...Y aquí es donde yo hablo de reaciones y de impulsos aprendidos culturalmente. Es decir: los padres se ven presionados por la necesidad imperiosa de meter en cintura a sus vástagos, por eso, como tienen que controlarles absolutamente, cuando los chavalillos cogen una pataleta o hacen alguna barrabasada, los padres sienten ganas de pegarles. Pero el hecho es que si no nos hubieran contaminado durante siglos, ningún padre tendría el impulso de pegar a su hijo. Y es cierto que me puede decir alguien: hasta el más pintao pierde la paciencia ante algunos comportamientos de los hijos. Claro que sí, pero yo también pierdo la paciencia ante algunos comportamientos de mi pareja y sin embargo, no le doy ninguna torta, ni flojita ni no flojita. Por qué no lo hago. Porque la quiero y no quiero hacerle daño, y es cierto que a veces se lo haré sin querer con muchas de mis actitudes pero desde luego nunca le haré daño a propósito pa que aprenda. Los niños no son adultos, vale, pero son seres queridos y si bien es cierto que conocen menos el mundo que otros seres queridos y que es obligación de los padres mostrarles cómo desenvolverse en él(que, al fin y al cabo, eso es la educación) pues no cabe hacerles daño a propósito, sencillamente por eso, porque son seres queridos.
Todos los padres quieren a sus hijos pero no todos quieren a sus hijos. Es más, muchos separan claramente su faceta de protectores (ahora te me portas bien y te lanzo por los airtes) con su faceta de correctores (al rincón, piensa en lo que has hecho), cuando no hay tales facetas. Los padres son siempre protectores y precisamente por eso tienen que corregir muchos comportamientos de sus hijos y ayudarles a tener acitudes positivas, y sí, esto se hace con mimo y con mimos. Y si me llaman loca, que me lo llamen. Un gustazo haber leído lo que he leído. Creo que tú disfrutas de la maternidad y eso es el camino de vuelta.

Anónimo dijo...

Todos los padres quieren a sus hijos pero no todos los educan con cariño, quería decir.

Anónimo dijo...

Para mí el camino de ida me ha llevado a conocerme cómo nunca antes, y sólo después de empezar a comprenderme empiezo a transitar lo que tú llamas la vuelta. Y eso a cada cosa nueva con mi Estrella.
Y no es fácil,cada momento una vuelta de tuerca más.
Angeles.